Sigue tu corazón… escucha tu corazón… Son frases que escuchamos a menudo pero… ¿te has sentado a pensar de dónde vienen esas frases que
escuchas a diario?
Si has pasado por mis lives, sabes que algo que me encanta hacer al inicio de cada
uno de esos encuentros en vivo es buscar la etimología de las palabras. ¿Por qué? Porque las palabras son mapas, son sonidos que emitían nuestros ancestros para darle sentido a lo que veían, vivían y experimentaban. Cada palabra es un gran legado, y una creación casi artística.
¿Te imaginas haber participado de esa creación?
Realmente lo hacemos a diario, el lenguaje está en constante evolución. No sé de donde me lees, pero en Puerto Rico, mi país, somos expertos inventando palabras. Solo tienes que escuchar una canción de reggaeton para darte cuenta
jeje
Pero a lo que vinimos, las palabras son mapas. Estudiarlas nos ayuda a entender mejor los
conceptos originales que había detrás de cada una de ellas; lo que realmente quiere decir ese perfecto y poderoso sonido y vibración que emitimos. ¿Lo habías experimentado así?
Si nunca lo habías pensado así, te exhorto a hacerlo, por eso algo que siempre me han dicho mis guías es: “mide tus palabras, cargan más poder de lo que crees”.
Entonces, en ese tema, el corazón... sigue y escucha tu corazón...
Si estudiamos la etimología de la palabra corazón, podemos entender un poco más el poder de esa frase.
Como cualquier disciplina, la etimología tiene diferentes versiones de origen para cada palabra. La versión más conocida dice que el término proviene del sánscrito hrid, que significa saltador, por los saltos que este órgano aparenta dar dentro de nuestro
pecho. De hecho, los hindúes representaban el chakra del corazón como un ciervo o un antílope, en honor a ese salto.
Los griegos pronunciarían hrid
como krid, y mas adelante kridía, que luego evoluciono a kirdía, y terminó dando lugar al término griego καρδια y al latino cor. De ese cor en latín, evolucionó a otras lenguas romances, como el
catalán cor, el francés coeur y el italiano cuore.
Saltos… Frecuencias… Transmisiones… El corazón nos da nuestro ritmo.
Todos tenemos historias de cómo nuestro corazón nos ha dado avisos, “el corazón se me quiere salir del pecho”, “tengo el corazón en la garganta”, “sentí el corazón en la boca”, “tengo el
corazón a cien”, “el corazón va a las millas”, son expresiones que usamos a diario. Muchas veces el corazón detecta antes que nuestros ojos lo que sucede a nuestro alrededor, nos da el aviso, es sensible a estímulos a nuestro alrededor que son imperceptibles con otros sentidos.
El componente “cor”, se ha desarrollado en nuestra lengua para transmitir la idea de “centro”, precisamente por la ubicación y la importancia de este órgano dentro del cuerpo humano.
¿Qué harías diferente si hoy pusieras tu centro en tu corazón y no en tu cerebro?
Muchas veces ponemos todo el peso de nuestras acciones y decisiones “en nuestro cerebro”, “en nuestra mente”, en eso que conocemos, en nuestra experiencia, en nuestro
pasado, en el pasado y las experiencias de otros a nuestro alrededor. Y te pregunto otra vez: ¿qué harías diferente si hoy pusieras tu centro en tu corazón y no en tu cerebro?
Tu cerebro es solo una parte de ti, la más animal la que se encarga de tu supervivencia, la que funciona por programas aprendidos de otros y de la sociedad en la que te formaste. Tu corazón funciona diferente, te avisa antes, siente diferente, es, sin importar lo que sabe o no sabe. ¿Cuántas veces has pensado en algo y has sentido que el corazón cambia su ritmo, y con ese cambio en ritmo cambia cómo percibes la situación, te causa emoción, o te causa temor? ¿Cuántas
veces has actuado en base a ese aviso interno y no en base a lo conocido desde el exterior?
En
nuestra mente, se acumula todo lo que hemos aprendido, y tenemos la capacidad de cambiar lo aprendido, por creencias que nos beneficien más. De hecho, en muchas culturas, el origen de los pensamientos no es el cerebro, es el corazón. Para mí, esa es una idea super interesante, pues ellos conectan el conocimiento al ritmo de ese saltador que llevamos dentro.
¿Qué te ha dicho el ritmo de ese saltador que te gustaría incorporar a tu inconsciente?
Te cuento una de mis experiencias. Estudié durante 9 años en la universidad, y tengo una maestría en arquitectura. Mientras estaba trabajando en las oficinas como arquitecto, tenía el corazón hecho un garabato. Iba por la mañana a la oficina
con cero emoción, solo responsabilidad. Luego salía en la tarde y me tocaba entrar a mi segundo trabajo, como mesera. Mientras me preparaba, sentía el corazón todo loco, emocionado, saltando. Me alucinaba la idea de ganarme la vida hablando con otras personas y haciéndolos felices a través de la comida que les recomendaba.
Todo lo aprendido hasta el momento me decía que “el trabajo para mí era ese para el que tantos años y con tanto esfuerzo me preparé”, pero el saltador en mí no estaba de acuerdo. Tenía dos opciones, seguir yendo con un saltador aburrido a la oficina, o
dejarlo todo para vivir con un saltador alegre.
Escogí al saltador alegre, y con esa acción,
incorporé una nueva creencia en mi inconsciente: “está bien hacerlo diferente, y es seguro para mi, seguir al saltador”. Más adelante, descubrí la hipnoterapia, y terminé de afianzar cada una de las nuevas creencias que iban llegando a mi.
La realidad es, que tienes la capacidad de decidir que vas a creer en adelante, y que tu corazón, ese saltador en ti, puede guiarte a escoger eso que deseas para ti en adelante, sin importar que camino has andado hasta ahora.