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¿Te has sentado a analizar por qué haces lo que haces? ¿O por qué no haces lo que no haces?
Esta semana me tropecé con una pared con la que no pensaba tropezar, que me hizo hacerme esas preguntas. He estado teniendo una situación recurrente en los últimos 3 meses, y decidí atenderla en una sesión de hipnosis.
Había una situación que estaba viviendo casi a diario que me hacía congelarme, y sentir que la tristeza me invadía. No podía hacer más nada, solo llorar. Es una actitud rara en mí, porque tiendo a estar pendiente de mis reacciones y de dónde vienen, pero solo me paralizaba y lloraba cada vez que se presentaba, por más que intentaba reaccionar.
Cuando no pude ver la causa, busqué a otra persona, que al estar fuera de mi situación, me diera otra perspectiva.
Cuando fuimos hacia atrás a buscar esa primera vez en la que experimenté esa sensación de “tristeza paralizada”, salió una escena en la que mi papá estaba viviendo algo, y yo lo estaba observando. Pude verlo triste y paralizado, tan claramente como si fuera ahora. Cuando volteo a ver lo que estaba causando su tristeza, supe inmediatamente qué me pasaba y qué debía hacer.
Su miedo al desenlace que podría causar expresar su tristeza en ese momento lo paralizó. Yo grabé esa reacción, y copié ese mecanismo más adelante en la vida.
En sesión reprogramé esa reacción, y la cambié por una que me ayudará a resolver la situación en lugar de quedarme estancada en la tristeza.
Ese es el poder de la claridad que la hipnosis te puede traer, cuando apagas todos los estímulos del exterior, pues en ese estado de relajación profunda, todas tus capacidades se expanden.
Me despido por hoy, esperando que todo lo que te comparto te ayude tanto como me ha ayudado a mí y, como siempre te pido, si conoces a alguien a quien esto que comparto le puede ayudar. ¡Mándalo pa'cá!
¡Nos vemos pronto!
